8.24.2011


Yo fui una niña sin miedos, no me asustaban los fantasmas, ni los monstruos, ni la oscuridad. Podía mirar debajo de la cama segura de que no habrían esqueletos ni vampiros. Podía enfrentarme a las niñas de 5º, segura de que no me quitarían la merienda del recreo. Y así hasta hoy… segura de que puedo coger una pistola y avanzar por un callejón mientras vacío el cargador del arma. Porque no es eso lo que me da miedo; lo que me aterra es decir que sí a algo que no podré cambiar mañana, pensar en un sofá para toda la vida, en una hipoteca, en una  declaración conjunta o en un: “Esta tarde tenemos que hablar”, buscar colegios y niñeras y pensar en un lugar para vivir cuando ya no tengamos pulso para sostener la pistola, hasta que de pronto todo ese miedo desaparece y se empieza a disfrutar… Eso, eso es la felicidad.

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